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El planeta tuvo su regalo de 60 minutos

Mientras el corazón de San José permanecía iluminado en su mayoría, decenas de velitas alumbraban el oscuro escenario en que se convirtió la Plaza de la Democracia este sábado 28 de marzo, cuando el reloj marcó las 8:30 p.m.


Lejos de ahuyentarse por el temor de estar en la capital, de noche y a oscuras, una gran cantidad de personas permanecían sentadas, sonrientes y atentas al espectáculo que Carlos “Tapado” Vargas, Jaime Gamboa y Manuel Obregón ofrecían al interpretar temas musicales, mientras que el grupo Castiluce los deleitaba con sus movimientos y figuras brillantes en la oscuridad.
El motivo de su reunión: demostrar que es posible la lucha contra el cambio climático y que se puede empezar apagando las luces durante 60 minutos.

Un movimiento mundial

Los que se dieron cita en este sector josefino son tan sólo una pequeña muestra de los 1000 millones de personas alrededor del mundo que demostraron su apoyo a la iniciativa La Hora del Planeta 2009, impulsada por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés). La primera edición de esta hora por la Tierra se dio en Sidney, Australia en el 2007.

Pero el apagón voluntario es más significativo este año, pues es una medida para invitar a los líderes de 192 países que se reunirán en diciembre, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, “a lograr un nuevo acuerdo global que dé continuidad al protocolo de Kioto”, informó la página web de la WWF.

En Tiquicia

Por lo pronto, el país hizo lo suyo al registrar un ahorro equivalente a la electricidad de unas 380 a 400 mil viviendas.

Además de ayudar al ambiente, los asistentes a la Plaza de la Democracia, disfrutaron de una hora llena de música instrumental que logró conmover, arrancar gritos y aplausos con el Piano Malango de Manuel Obregón y compañía.

Las artes circenses le pusieron también un toque especial a la noche, pues hubo malabares y zancos que estuvieron a cargo del grupo Castiluce.

Una de las intervenciones que capturó la atención del público fue la agilidad con la que un joven hacía equilibrio sosteniendo una estructura de un cubo, mientras este ardía en llamas. Su destreza fue bien recompensada con el entusiasmo del público ante su presentación.

Aunque la idea era el ahorro fue inevitable disponer de elementos esenciales como micrófonos, proyectores y parlantes, para que los asistentes lograran apreciar el espectáculo que esa noche se preparó para ellos y para el planeta.

Voluntariado

Además de colaborar con el ambiente, algunos chicos se ofrecieron como voluntarios, para ayudar a que esta hora de ahorro marchara sin contratiempos. Julio César Herrera, coordinador del comité nacional de Colegios del Mundo Unido, aseguró que durante la noche 62 jóvenes voluntarios darían asistencia en seguridad, salud y orientación para los espectadores.

Ellos, según Julio César “son participantes de un programa de becas de los Colegios del Mundo Unido, y se encuentran en un proceso de selección para 15 subsidios que se entregarán. Parte del proceso consiste justamente en brindar servicio social y retribución a la comunidad”, comentó.

Apuntados

A pesar de que el concierto a la luz de las velas inició a las 8:30 p.m. y terminó una hora más tarde, durante el transcurso del día y en medio de los preparativos una serie de pintores y artistas se quisieron sumar a la causa, aportando lo que mejor saben hacer.

“Comenzaron a pintar con acrílico sobre lienzo y usaron pinturas fluorescentes, se presentaron algunos videos también”, aseguró Zeidy Hidalgo, de la WWF.

Cerca del final de la actividad el público les pidió otro tema a los músicos en tarima, y Manuel Obregón, apelando al hecho de que ni él, Tapado o Jaime Gamboa cantan, pidió las voces del público para acompañar la tonada.

El artista los sorprendió con la Patriótica Costarricense, y ahí todos corearon la canción con un fervor capaz de hacerle a cualquiera un nudo en la garganta, o erizarle la piel.

La hora del planeta 2009 acabó en la Plaza de la Democracia, el escenario recobró sus luces y poco a poco la gente empezó a marcharse, eso sí, con la satisfacción de haber contribuido en algo a reducir el daño que los seres humanos suelen hacerle día con día a la Tierra.


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